La historia imaginada es la de proyectarnos sobre el bosque plateado de origen, ampliarlo e instalarnos allí, recortando claros y organizando el trazado del agua como lo hicieron los agricultores. Nuestra ambición no es implantar sobre el lugar un dibujo brutal sino dejar que el suelo exprese sus cualidades, cuando aún el meandro pertenecia al río, ofreciendo espacio de desbordamiento y de filtraje natural.